
Día Internacional de las Mujeres Rurales
Queremos rendir homenaje a las mujeres que trabajan cada día en nuestros viñedos y bodegas, protegiendo y cuidando el Cordón Trenzado, símbolo de identidad del Valle de La Orotava.
Helvia Pérez, Mila Luis y Vicky Febles son un claro ejemplo de ese amor por la tierra. Con su dedicación, mantienen vivas nuestras tradiciones y hacen que los vinos del Valle de La Orotava sigan siendo el fiel reflejo de nuestra historia. Hablamos a continuación con ellas.
Vicky Febles Pérez – Bodega La Haya, comercial

1. El cordón trenzado es símbolo de nuestras raíces. ¿Qué significa para ti mantener viva esta forma de cultivo que ha pasado de generación en generación?
Para mí, el cordón trenzado es historia y legado. Representa el trabajo de tantas y tantas manos a lo largo del tiempo. Es un tesoro incalculable que guarda el esfuerzo y el sudor de generaciones. Mantener viva esta forma de cultivo es una responsabilidad que va más allá de quienes hoy la trabajamos: es abrir camino al futuro, para que las próximas generaciones disfruten no solo de sus vinos, sino también de sus paisajes y de la certeza de que somos apenas un instante dentro de un cultivo que nos trasciende.
2. Qué recuerdos o enseñanzas de las mujeres de tu familia te acompañan hoy en tu trabajo entre las viñas?
No tengo recuerdos de mujeres de mi familia trabajando el campo. Vengo de un padre agricultor y viticultor, y de una familia numerosa de ocho hermanos y hermanas, siendo yo la más pequeña. El campo no formaba parte de las tareas de mi madre —bastante tenía con atender a toda la tribu—, y tampoco estaba en los planes de mi padre que yo lo pisara; el campo era cosa de mis hermanos. Me habría encantado heredar la sabiduría de mis abuelas, pero ya no estaban cuando despertó en mí el amor por este trabajo.
3. El vino cuenta historias de la tierra y de quienes la trabajan, ¿qué historia te gustaría que contase el vino que elaboras?
Trabajo en una bodega donde he vivido la pasión del bodeguero por las viñas y la pulcritud con la que cuida cada detalle del campo. He sentido la sintonía entre el esfuerzo y la pasión por que todo salga bien.
La historia que me gustaría que contaran nuestros vinos es, en definitiva, la del amor por lo que hacemos.
4. Ser mujer en el mundo rural es sembrar futuro desde la tradición. ¿Qué mensaje le darías a las nuevas generaciones de mujeres que miran al campo y al vino con ilusión?
Que si sienten esas ganas de trabajar la tierra, no decaigan en el empeño. Que luchen por sus sueños, porque aunque sea un camino duro, también está lleno de recompensas. Pocas cosas hay más satisfactorias que tener entre las manos una copa de vino nacida de tu propio esfuerzo y trabajo. ¿Qué mayor satisfacción puede haber que esa?
¡Viva el vino!
Mila Luis Hernández – Bodega Tafuriaste, Ingeniera Técnico Agrícola

1. El cordón trenzado es símbolo de nuestras raíces. ¿Qué significa para ti mantener viva esta forma de cultivo que ha pasado de generación en generación?
Mantener el cordón trenzado, es mantener el recuerdo de mis padres, mi madre se unía al grupo de mujeres que venían a realizar la zafra que correspondiese al estadio de la viña, remangado, deshojo, desnietado, despunte, y yo con mi padre a ofrecerles el desayuno.
2. Qué recuerdos o enseñanzas de las mujeres de tu familia te acompañan hoy en tu trabajo entre las viñas?
Principalmente ser una mujer fuerte, constante, a ser agradecida con la tierra, porque el esfuerzo siempre da sus frutos; por eso me encantan y disfruto mucho las vendimias, porque ahí se ve todo el trabajo que has realizado.
3. El vino cuenta historias de la tierra y de quienes la trabajan, ¿qué historia te gustaría que contase el vino que elaboras?
A mí me gusta un vino tinto suave con un pequeño toque de madera y un vino blanco fresco, con aromas cítricos, donde puedas reconocer todos los matices que nuestras variedades ofrecen.
4. Ser mujer en el mundo rural es sembrar futuro desde la tradición. ¿Qué mensaje le darías a las nuevas generaciones de mujeres que miran al campo y al vino con ilusión?
A esas nuevas generaciones les diría que el campo es duro pero que tiene futuro si nos los proponemos; que estamos capacitadas para realizar todo tipo de trabajo y que hoy en día junto con la tecnología todo se lleva mejor.
Helvia Pérez Martín – Viticultora del Valle de La Orotava

1. El cordón trenzado es símbolo de nuestras raíces. ¿Qué significa para ti mantener viva esta forma de cultivo que ha pasado de generación en generación?
Para mí, el cordón trenzado es mucho más que un sistema de conducción; es una herencia viva, una expresión de nuestra identidad. Cada cordón cuenta una historia de paciencia, de respeto por el tiempo y de amor por la tierra. Mantenerlo es un orgullo y también una responsabilidad (muy grande de hecho), porque representa siglos de sabiduría popular, de adaptación al terreno y al clima del Valle de La Orotava. Cuando trabajo entre las viñas, además de ser mi meditación particular, siento que estoy cuidando un legado que no me pertenece solo a mí, sino a todo el pueblo que lo ha mantenido con sus manos y su esfuerzo. Es una forma de resistir frente a la homogeneización, de decir: esto es nuestro, esto es Canarias y hay que cuidarlo.
2. Qué recuerdos o enseñanzas de las mujeres de tu familia te acompañan hoy en tu trabajo entre las viñas?
Mi familia no viene directamente del campo, pero siempre he sentido una conexión muy profunda con la tierra. De pequeña escuchaba historias sobre mi abuelo, que tenía un pequeño cortijo en Almería, donde cultivaba viñas en parral para uva de mesa. Aunque, por desgracia, no tuve la suerte de llegar a conocerlo bien, esas historias del cortijo y mi abuelo siempre me llamaron la atención y hubiese deseado poder haber aprendido del campo con el . Creo que, de alguna forma, quedaron grabadas en mí, y quién sabe si por eso ahora la que tiene y cuida viñas soy yo. Es curioso cómo las raíces acaban encontrando su camino, incluso cuando parecen dormidas.
Sin embargo, si tengo que hablar de una mujer que me ha inspirado en este camino, esa es mi suegra. Ella trabajó la tierra con una entrega admirable y levantó una almazara, “Oro Canario”, que fue la primera en trabajar en ecológico en toda canarias. Su ejemplo me enseñó que la agricultura puede ser una forma de vida, pero también una forma de cambiar las cosas.
Además, desde que vivo aquí en el Valle, he tenido la suerte de conocer a muchas mujeres agricultoras, viticultoras, bodegueras… mujeres maravillosas que son auténticas luchadoras. Mujeres que aman la tierra, que la trabajan con las manos y con el corazón, y que demuestran cada día que es posible producir respetando el entorno, desde la sostenibilidad y el amor por lo que se hace. Ellas me inspiran y me recuerdan que la tierra nos devuelve lo que le damos, y que cuidarla es también una forma de cuidarnos a nosotras mismas.
3. El vino cuenta historias de la tierra y de quienes la trabajan, ¿qué historia te gustaría que contase el vino que elaboras?
Por ahora no elaboro vino, pero trabajo la viña como si cada cepa fuera una promesa de futuro. Pongo el mismo cariño y la misma intención que si de mis uvas fuera a nacer una botella con mi nombre. Me gustaría que el vino que un día salga de esta tierra contase una historia de respeto, de paciencia y de raíces. Que hablara del esfuerzo silencioso de quienes aman el campo y de la belleza de un lugar donde el tiempo tiene otro ritmo.
Mi sueño es que cuando alguien pruebe ese vino, pueda sentir el viento del Teide, la bruma de la costa y el alma volcánica de este valle. Porque al final, cada vino es una voz del paisaje que lo vio nacer.
4. Ser mujer en el mundo rural es sembrar futuro desde la tradición. ¿Qué mensaje le darías a las nuevas generaciones de mujeres que miran al campo y al vino con ilusión?
Les diría que se atrevan. Que no tengan miedo a ensuciarse las manos ni a luchar por lo que
creen. Trabajar la tierra no es solo mirar al pasado, es también construir el futuro con raíces firmes. El campo necesita mujeres con visión, con sensibilidad y con fuerza. El vino, al final, nace de la tierra, y sin tierra no hay tradición ni futuro. Por eso, mi mensaje para las nuevas generaciones es que confíen en su instinto, que escuchen a la naturaleza y que crean en el poder de transformar desde lo pequeño. Porque cada cepa cuidada con amor, cada paso hacia lo ecológico, cada decisión sostenible… es una forma de sembrar esperanza.
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